China sanciona a 20 empresas militares de EE. UU.

Pekín responde asi tras el millonario envío de armamento a Taiwán.

El tablero geopolítico entre las dos potencias más grandes del mundo vuelve a tensarse. Este viernes, el Gobierno chino ha pasado a la ofensiva diplomática y económica al anunciar un contundente paquete de sanciones contra una veintena de empresas de la industria militar de Estados Unidos. ¿El motivo? El apoyo armamentístico constante que Washington brinda a Taiwán, una isla que para Pekín no es más que una provincia rebelde que tarde o temprano deberá volver al redil.

No se trata solo de un golpe a las corporaciones. El Ministerio de Exteriores de China ha sido específico: las restricciones no se quedan en el papel corporativo, sino que alcanzan también a una decena de altos directivos estadounidenses. A estos ejecutivos se les señala directamente por su responsabilidad en el suministro de armas durante los últimos años, una actividad que Pekín califica de injerencia inaceptable en sus asuntos internos.

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Un pulso de miles de millones

La respuesta de Pekín no surge de la nada. Es la reacción inmediata a un movimiento previo de la administración estadounidense: la aprobación de una ayuda militar valorada en unos 11.000 millones de dólares. Según el Pentágono, este envío busca "mantener el equilibrio" en una región donde el ruido de sables es cada vez más fuerte. Sin embargo, para China, estas acciones son gasolina sobre un fuego que nunca llega a extinguirse.

La situación es compleja y los números que se barajan son mareantes. Casi al mismo tiempo que se conocían las sanciones, Taiwán filtraba sus planes a largo plazo: un gasto adicional de 40.000 millones de dólares en defensa entre 2026 y 2033. Es una carrera armamentística en toda regla en un rincón del mundo donde cualquier error de cálculo podría tener consecuencias globales.

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Presión militar y aliados en alerta

Más allá de los comunicados y las multas, la realidad se palpa en el Estrecho de Taiwán. El Ejército chino ha normalizado las maniobras militares en las inmediaciones de la isla, una estrategia de presión constante que busca recordar a Taipéi quién tiene la sartén por el mango. No es solo simbólico; es una demostración de fuerza que ya ha puesto en alerta a vecinos como Japón.

Tokio, que suele ser cauteloso en sus declaraciones, ya ha dejado caer que no se quedaría de brazos cruzados si se produjera una invasión. Este entramado de alianzas y amenazas convierte a la isla en el punto más caliente del Pacífico. 

Con estas nuevas sanciones, China deja claro que no piensa retroceder ni un milímetro en su reclamo de soberanía, utilizando todas las herramientas a su alcance —legales, económicas y militares— para frenar la influencia de Estados Unidos en lo que considera su patio trasero. Con datos de Europa Press.