La moda global desampara a sus costureras: un negocio de explotación

Gobiernos y marcas de lujo se lucran con la represión laboral, según Amnistía.

SANTO DOMINGO.-La industria global de la confección, valorada en miles de millones, opera bajo un pacto tácito de explotación. Gobiernos, fabricantes y gigantes de la moda se benefician directamente de la represión constante de los derechos laborales en las plantas de Asia, según denunció Amnistía Internacional (AI) en dos informes demoledores publicados este jueves 27.

Agnès Callamard, secretaria general de AI, fue contundente: "Una infame alianza formada por marcas de moda, propietarios de fábricas y los gobiernos de Bangladesh, India, Pakistán y Sri Lanka sirve de sostén a un sector conocido por sus abusos endémicos contra los derechos humanos".

Este es un sector que ha prosperado durante décadas a costa de la explotación de una mano de obra muy mal pagada, sobrecargada de trabajo y, en su mayoría, femenina, sin garantizar derechos básicos como la sindicación o la negociación colectiva.

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Los informes de la organización, titulados “La trampa de la moda: Negación de la libertad sindical al personal de la confección en Bangladesh, India, Pakistán y Sri Lanka” y “Abandonados por la moda: La necesidad urgente de que las marcas de moda defiendan los derechos laborales”, documentan abusos sistémicos en toda la cadena de suministro.

La investigación se sustentó en 88 entrevistas realizadas entre septiembre de 2023 y agosto de 2024 a trabajadores de 20 fábricas en los cuatro países señalados. Dos tercios de los entrevistados fueron mujeres. Los testimonios, que incluyeron a dirigentes sindicales y activistas, pintan un cuadro de miedo y represalias como norma laboral.

El miedo, la herramienta de control

En los cuatro países asiáticos, la mano de obra de la confección confirmó que la amenaza de represalias directas por parte de la patronal es el principal impedimento para afiliarse a un sindicato. Los activistas y sindicalistas entrevistados por AI describieron un ambiente de terror constante, donde supervisores y directivos acosan, amenazan y despiden sistemáticamente a quienes intentan organizarse.

Amnistía Internacional sostiene que las grandes firmas de la moda contribuyen activamente a esta vulnerabilidad. Al reducir su diligencia debida a meros "códigos de conducta" o trámites burocráticos, las empresas eluden sus responsabilidades en derechos humanos. 

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Peor aún, han permitido la proliferación de cadenas de suministro deliberadamente opacas, sin reparos en abastecerse de fabricantes que suprimen activamente la libertad sindical o que no corrigen prácticas laborales deficientes.

La ausencia de legislación efectiva en materia de debida diligencia en muchos países impide exigir responsabilidades a las marcas por lo que ocurre en sus cadenas de suministro, alimentando así una industria extractiva y explotadora que prioriza el beneficio sobre la dignidad humana. Incluso donde existen estas leyes, la aplicación es incompleta y su alcance insuficiente.

La urgencia de actuar

Para disuadir la organización laboral y negar derechos básicos, las autoridades de los cuatro países utilizan la represión sindical directa, imponen obstáculos al derecho de huelga (especialmente en zonas económicas especiales) y, a menudo, facilitan la sustitución de sindicatos independientes por organizaciones favorables a la patronal.

Ante este panorama, Amnistía insta a los Estados a garantizar el derecho innegable de todos los trabajadores a ejercer la libertad sindical, lo que incluye formar parte de sindicatos y participar en la negociación colectiva.

La organización exige que los Estados investiguen de manera exhaustiva todas las posibles violaciones de la legislación laboral. Si se confirma la violación, la patronal debe ser sancionada adecuadamente, incluso mediante procesos judiciales. 

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Lo más importante, concluye AI, es garantizar una reparación adecuada y oportuna a las trabajadoras y trabajadores afectados, quienes han sido la base de un negocio floreciente pero inmoral.

A donde llega la ropa confeccionada en el Sur y Sureste de Asia

La ropa producida abastece los guardarropas del mundo rico, siendo la base del modelo de negocio de la moda a bajo costo y producción masiva.

La ropa confeccionada en Bangladesh, India, Pakistán y Sri Lanka tiene como principal destino los mercados de consumo masivo en Occidente y otras regiones desarrolladas, incluyendo:

Europa: La Unión Europea es uno de los mayores importadores de prendas de vestir de estos países, con grandes volúmenes destinados a las cadenas de moda rápida (fast fashion) y minoristas.

Estados Unidos y Canadá: Norteamérica es otro mercado clave, donde la ropa se vende en grandes almacenes, tiendas especializadas y supermercados.

Asia Oriental: Países como Japón, y en menor medida, China, también importan productos textiles terminados de esta región.

Australia y América Latina: También llegan a otros mercados alrededor del mundo.

Las principales compradoras son las grandes marcas internacionales de moda y los minoristas globales (retailers). Algunos de los nombres más conocidos que se abastecen de estos países incluyen:

Marcas de moda rápida (Fast Fashion): Inditex (Zara), H&M, Primark, Desigual.

Minoristas y cadenas de almacenes: GAP, Walmart, M&S.

Marcas deportivas: Adidas, Nike.

Este artículo incluye datos de la agencia IPS